VIVIR DE AMOR.!!
** “El silencio es una virtud que acompaña la vida del contemplativo. Un silencio que ambienta su entorno
para la oración y un silencio interior que lo coloca ante el Misterio en actitud de escucha y apertura.”
(Tratado sobre nuestra Espiritualidad, nº3)
** “La soledad en nuestra Espiritualidad tiene la significación de la totalidad de la entrega,
expresada en la búsqueda frecuente de momentos fuertes de oración,
donde físicamente estamos a total disposición de Jesús Amante, que siempre nos espera.” (Idem., nº4)
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SANTOS ANACORETAS
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12 DE MAYO
SAN JUAN EL SILENCIOSO
anacoreta
San Juan fue apodado “el silencioso” por su gran amor al silencio y el recogimiento. Nació el año 454, en Nicópolis de Armenia, de una familia en la que se contaban varios generales y gobernadores de aquella parte del imperio. Después de la muerte de sus padres, Juan, que no tenía más que dieciocho años, construyó un monasterio para él y otros diez compañeros. Bajo la dirección del joven superior, la pequeña comunidad vivía entregada a la devoción y al trabajo. Pronto adquirió San Juan gran fama de santidad y prudencia en el gobierno. Debido a ello, el arzobispo de Sebaste lo consagró obispo de Colonia, en Armenia, a los veintiocho años de edad, muy contra la voluntad del joven. San Juan desempeñó durante nueve años las funciones episcopales; instruyó celosamente a su grey, se privó aun de lo más necesario para socorrer a los pobres y conservó, en cuanto pudo, el severo régimen de vida del monasterio. Pero, incapaz de poner remedio a ciertos abusos y sintiéndose llamado al retiro, el santo decidió finalmente abandonar su sede. En vez de volver a Armenia, se dirigió secretamente a Jerusalén, sin saber a ciencia cierta lo que iba a hacer ahí. Según cuenta su biógrafo, una noche en que San Juan se hallaba en oración, vio una cruz muy brillante en el aire y oyó una voz que le decía: “Si quieres salvarte, sigue esta luz.” Guiado por la cruz, San Juan llegó a la “laura” de San Sabas. Convencido de que tal era la voluntad de Dios, el santo ingresó al punto en el monasterio, que contaba con más de ciento cincuenta monjes. Tenía entonces treinta y ocho años de edad. San Sabas le puso al principio bajo las órdenes del maestro de obras para que acarrease agua y piedra y ayudase a los obreros en la construcción de un hospital. San Juan iba y venía como una bestia de carga, totalmente concentrado en Dios, siempre alegre y silencioso. Después de esta prueba, el experto superior le nombró encargado de los huéspedes, a los que el santo servía como si se tratase del mismo Cristo. Al ver que su novicio avanzaba rápidamente en la perfección, San Sabas le permitió retirarse a una ermita para que pudiese entregarse del todo a la contemplación. Los cinco primeros días de la semana, el santo ayunaba en su celda; pero los sábados y los domingos, asistía a los oficios en la iglesia. Al cabo de tres años de vida eremítica, San Juan fue nombrado supervisor de la “laura”. A pesar de los numerosos asuntos en que ocupaba por su cargo, su gran amor a Dios le permitía vivir con el pensamiento fijo en Él, continuamente y sin esfuerzo. Cuatro años más tarde, San Sabas juzgó a San Juan digno del sacerdocio y decidió presentarle al patriarca Elías. Al llegar a la iglesia del Monte Calvario, donde la ordenación iba a tener lugar, Juan dijo al patriarca: “Santo Padre, tengo que deciros algo en privado; si después de oírme me juzgáis apto para el sacerdocio, recibiré las sagradas órdenes.” El patriarca le concedió una entrevista a solas. San Juan, después de obligarle al más estricto secreto, le dijo: “Padre, yo soy obispo; pero por mis muchos pecados, tuve que venir a refugiarme en este desierto a esperar la venida del Señor.” Elías se quedó sumamente sorprendido y se comunicó con San Sabas para decirle: “No puedo ordenar a este hombre, por lo que me ha comunicado en secreto.” San Sabas volvió al monasterio muy preocupado, pues temía que Juan hubiese cometido un crimen horrible; pero en respuesta a sus oraciones, Dios le reveló la verdad y le obligó a no comunicarla a nadie. El año 503, algunos monjes rebeldes obligaron a San Sabas a abandonar la “laura”. Entonces, San Juan se retiró, durante seis años, a un desierto vecino, y volvió a la “laura” al mismo tiempo que San Sabas. Vivió todavía cuarenta años en su celda. La experiencia le había mostrado que las almas acostumbradas a hablar con Dios no encuentran más que amargura y vacío en el trato con los hombres. Además su humildad y su deseo de vivir olvidado le impulsaban, más que nunca, a la soledad. Pero la fama de su santidad atraía constantemente a los visitantes y, el santo comprendió que no debía negarse a quienes necesitaban de sus consejos. Entre estos se contaba a Cirilo de Escitópolis, quien escribió su biografía cuando el santo tenía ya ciento cuatro años; según Cirilo, San Juan conservaba todavía la lucidez que le había caracterizado toda su vida. El mismo biógrafo relata que, de joven, había ido a consultar al santo ermitaño acerca de su vocación. San Juan le aconsejó que entrase en el monasterio de San Eutimio. En lugar de obedecer, Cirilo ingresó en un monasterio de la ribera del Jordán, donde contrajo una fiebre que le puso a las puertas del sepulcro. Pero San Juan se le apareció en sueños, le reprendió bondadosamente y le dijo que en el monasterio de San Eutimio recobraría la salud y el favor de Dios. A la mañana siguiente, Cirilo partió al monasterio de San Eutimio, completamente restablecido. El mismo autor cuenta que, en su presencia, San Juan arrojó el mal espíritu que se había apoderado de un niño, con sólo trazar con aceite, una cruz sobre su frente. Con su ejemplo y sus consejos, San Juan convirtió muchas almas a Dios. Su vida en la ermita fue una imitación perfecta --en cuanto sea posible a la naturaleza humana—de la de los gloriosos espíritus, que en el cielo, aman y alaban constantemente a Dios. Con ellos fue a reunirse el santo el año 558, después de pasar setenta y seis años en una soledad sólo interrumpida por los nueve años de episcopado.
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19 DE JULIO
SAN ARSENIO, EL GRANDE
Anacoreta
Cuando el emperador Teodosio el Grande buscaba a un hombre a quien confiar la educación de sus hijos, el Papa Dámaso le recomendó a Arsenio, un senador tan versado en las ciencias sagradas como en las profanas. Arsenio se trasladó a Constantinopla para ejercer el cargo de tutor de los hijos del emperador. Se cuenta que en una ocasión Teodosio el Grande fue a ver a Arcadio y Honorio y los encontró sentados, mientras Arsenio le explicaba las lecciones de pie; al punto ordenó a sus hijos que en adelante escuchasen de pie las lecciones y pidió a Arsenio que tomase asiento. Pero Arcadio y Honorio no hicieron nunca honor a su tutor, quien, por otra parte, se sentía llamado a retirarse del mundo. Finalmente, después de haber pasado diez años en la corte, Arsenio oyó claramente la voz de Dios, que le decía. “Huye de la compañía de los hombres para salvarte.” Arsenio partió, pues, de Constantinopla y se trasladó por mar a Alejandría. Después de la muerte de Teodosio, los monjes con quienes Arsenio vivía se burlaban de él llamándole “Padre de los Emperadores”; Arsenio, que sufría por no haber conseguido hacer hombres decentes de sus dos pupilos, huyó al desierto para olvidar su fracaso. Los superiores de los monjes de Esqueta, ante quienes se presentó, le confiaron al cuidado de San Juan el Enano. Cuando los monjes se sentaron a comer, Juan el Enano se sentó con ellos, dejando a Arsenio de pie y sin saber qué hacer. Tal recepción era un rudo golpe para la vanidad de un antiguo miembro de la corte. Pero lo que siguió fue todavía peor: San Juan el Enano, tomando una rebanada de pan, se la arrojó a los pies y le dijo con aire de indiferencia que comiese si tenía hambre. Arsenio se sentó alegremente en el suelo a comer. San Juan quedó tan satisfecho al ver ese gesto, que consideró que no hacía falta probar más a Arsenio antes de recibirle y dijo a los monjes: “Este hombre será un buen fraile.” Por falta de atención, Arsenio conservaba al principio ciertas costumbres cortesanas, como la de sentarse con la pierna cruzada, y sus compañeros veían en ello cierta ligereza o falta de recogimiento. Pero los monjes más antiguos, que tenían gran respeto por Arsenio, no querían humillarle en público haciéndoselo notar; así pues, se pusieron de acuerdo en que uno de ellos cruzaría la pierna en una reunión y soportaría sin replicar la reprensión de otro. Arsenio comprendió al punto la lección y no volvió a cruzar la pierna. El nuevo monje pasaba el tiempo tejiendo esteras con hojas de palma. En vez de cambiar el agua con que humedecía las hojas, se contentaba simplemente con añadir más según se iba consumiendo. Algunos monjes preguntaron a Arsenio por qué no tiraba el agua sucia, y el santo respondió: “con el mal olor del agua sucia hago penitencia por haber empleado, en otro tiempo, perfumes lujosos.” Arsenio vivía en la mayor pobreza. En cierta ocasión, un empleado del emperador llevó a Arsenio el testamento de un senador que le había dejado por heredero de su fortuna. El santo tomó el documento y lo hizo pedazos, a pesar de que el enviado imperial le previno de que ello podría acarrearle dificultades. Arsenio se contentó con responder: “Yo morí antes que el senador y, por consiguiente, no puedo ser su heredero.”
Con frecuencia pasaba toda la noche en oración. Los sábados tenía por costumbre asistir a los rezos del crepúsculo y permanecer con los brazos en cruz hasta la salida del sol. Dos de los discípulos de Arsenio vivían cerca de él; se llamaban Alejandro y Zoilo. Algo más tarde se añadió un tercero llamado Daniel. Los tres se distinguieron por su santidad y sus nombres aparecen con frecuencia en las historias de los padres del desierto de Egipto. San Arsenio admitía rara vez a los visitantes. En cierta ocasión fue a visitarle Teófilo, el obispo de Alejandría, con algunos compañeros y le rogó que le diese algunos consejos para el bien de sus almas. El santo les preguntó si estaban dispuestos a seguir sus consejos. Cuando los visitantes le respondieron afirmativamente, Arsenio dijo: “Bien, entonces os mando que, cuando alguien os pregunte dónde vive Arsenio, no se lo digáis o bien, decidles que se eviten la molestia de ir a visitarle y que le dejen en paz”. El santo no visitaba nunca a sus hermanos, a los que veía de cuando en cuando en las conferencias espirituales. El abad Marcos le preguntó un día por qué rehuía de esa manera la compañía de sus hermanos. Arsenio replicó : “Dios es testigo de que os amo de todo corazón. Pero como no puedo estar con Dios y con los hombres al mismo tiempo, prefiero dedicarme a conversar con Dios.” Sin embargo no dejaba por ello de dirigir espiritualmente a sus hermanos, y todavía se conservan algunos de sus dichos. Con frecuencia repetía: “Muchas veces he tenido que arrepentirme de haber hablado, pero nunca me he arrepentido de haber guardado silencio.” Solía traer a colación lo que San Eutimio se repetía para renovar su fervor: “Arsenio, ¿Por qué abandonaste el mundo y para qué has venido a la religión?” En cierta ocasión los monjes le preguntaron por qué pedía consejo a un iletrado, puesto que él era tan versado en las ciencias. Arsenio replicó: “Es cierto que conozco un poco de las culturas griega y romana; pero todavía me queda por aprender el “ABC” de la ciencia de los santos, y este monje ignorante lo conoce a la perfección”. Evagrio del Ponto, que se había retirado al desierto de Nitria el año 385, después de haberse distinguido en Constantinopla por su saber, preguntó al santo por qué tantos hombres muy versados en las ciencias hacían tan pocos progresos en la virtud, en tanto que algunos egipcios analfabetas alcanzaban un alto grado de contemplación. Arsenio respondió: “Si nosotros no progresamos, es porque nos gloriamos de la vana ciencia que poseemos; en cambio esos analfabetas egipcios, que conocen perfectamente su debilidad, ceguera e insuficiencia, avanzan en la virtud por el verdadero camino de la humildad.” San Arsenio era bien parecido y muy alto, aunque con los años se encorvó un poco. Era de figura elegante y su rostro reflejaba a la vez la majestad y la mansedumbre. Su cabello era muy blanco y la barba le llegaba hasta la cintura; pero las lágrimas que derramaba continuamente le habían carcomido los párpados. Tenía cuarenta años cuando abandonó la corte y vivió hasta los noventa y cinco en la mayor austeridad. Estuvo cuarenta años en el desierto de Esqueta, hasta que la irrupción de los bárbaros le obligó a salir de ahí. Hacia 434 se retiró a la roca de Troe, que dominaba la ciudad de Menfis y, diez años más tarde, a la isla de Canopo en las costas de Alejandría; pero no pudiendo soportar la proximidad de dicha ciudad, se retiró a morir a Troe. Sus hermanos le vieron llorar en sus últimas horas, por el temor a la muerte, pero Dios le concedió una muerte muy apacible, y el santo pasó al Señor lleno de fe y de la humilde confianza que inspira la caridad perfecta, el año 449 ó 450
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5 DE MARZO
SAN GERÁSIMO, Abad
San Gerásimo nació en Licia de Asia Menor, donde abrazó la vida eremítica. Después pasó a Palestina y, durante algún tiempo cayó en los errores eutiquianos, pero San Eutimio le devolvió a la verdadera fe. Más tarde, parece que estuvo en varias comunidades de la Tebaida y finalmente, retornó a Palestina, donde se hizo íntimo amigo de San Juan el Silencioso, de San Sabas, de San Teoctisto y de San Atanasio de Jerusalén. Tan numerosos fueron sus discípulos, que el santo fundó una “laura” de sesenta celdas, cerca del Jordán y un convento para los principiantes. Sus monjes guardaban silencio casi completo, dormían en lechos de juncos y jamás encendía fuego dentro de las celdas, a pesar de que las puertas tenían que estar siempre abiertas. Se alimentaban ordinariamente de pan, dátiles y agua y dividían el tiempo entre la oración y el trabajo manual. A cada monje se le asignaba un trabajo determinado, que debía estar listo el sábado siguiente. Aunque la regla ya era de suyo severa, San Gerásimo la hacía todavía más rigurosa para sí, y nunca cesó de hacer penitencia por su caída en la herejía eutiquiana. Según se cuenta, durante la cuaresma, su único alimento era la Sagrada Eucaristía. San Eutimio le profesaba tal estima, que le enviaba, por medio de los discípulos, a aquellos de sus seguidores a quienes consideraba llamados a la más alta perfección. La fama de San Gerásimo sólo cedía a la de San Sabas. El años 451, durante el Concilio de Calcedonia, su nombre sonó en todo el oriente. La “laura” que él había fundado florecía todavía un siglo después de su muerte.
En el “Prado Espiritual” Juan Mosco nos ha dejado una anécdota encantadora. Un día en que el santo se hallaba a orillas del Jordán, se le acercó cojeando penosamente un león. Gerásimo examinó la zarpa herida, extrajo de ella una aguda espina y lavó y vendó la pata de la fiera. El león se quedó desde entonces con el santo y fue tan manso como cualquier otro animal doméstico. En el monasterio había un asno, que los monjes utilizaban para ir a traer agua, y éstos hacían que el león cuidara del asno cuando iba a pastar; pero un día, unos mercaderes árabes se lo robaron y el león volvió solo y muy deprimido al convento. A las preguntas de los monjes, el león respondía con miradas lastimeras. El abad le dijo: “Tú te comiste el asno. Bendito sea Dios por ello. Pero de ahora en adelante tú harás el trabajo del asno”. El león tuvo que acarrear el agua para la comunidad. Poco tiempo después, los mercaderes árabes pasaron de regreso con el asno y tres camellos; el león les puso en fuga, cogió entre los dientes la brida del asno y lo llevó triunfalmente al monasterio, junto con los camellos. San Gerásimo reconoció su error y dio al león el nombre de Jordán. Cuando murió el anciano abad, el león estaba desconsolado. El nuevo abad le dijo: “Jordán, nuestro amigo nos ha dejado huérfanos para ir a reunirse con el Amo a quien servía; pero tú tienes que seguir comiendo”. Pero el león siguió rugiendo tristemente. Finalmente el abad, que se llamaba Sabacio, condujo al león a la tumba de Gerásimo y, arrodillándose junto a ella, le dijo: “Aquí está enterrado tu amo.” El león se echó sobre la tumba y empezó a golpearse la cabeza contra la tierra; nadie pudo apartarle de ahí y pocos días más tarde le encontraron muerto. Según algunos autores, el león que se ha convertido en el símbolo de San Jerónimo, era en realidad el de San Gerásimo.
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VIA CRUCIS DE LA ERMITAÑA
VER:
www.morandoenelcorazon
decristo.blogspot.com
EL DESIERTO DE LA NOCHE..
EL CRISOL DEL DESIERTO
https://morandoenelcorazondecristo.
blogspot.com/p/blog-page_12.html
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ADENTRARNO EN EL DESIERTO
CON SÒLO
PAN Y AGUA:
EL PAN ES JESÙS
EL AGUA,
EL ESPÌRITU SANTO
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EL MONTE TABOR
EL SENTIDO DE CRISTO
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Sería sorprendente que Dios trajera un alma al Desierto para "hablarle al corazón", y no le regalara con alguna de esas visitas inefables que han embriagado a tantos contemplativos. Es preciso dejar 'la cosa en manos de su liberalidad, y juzgarse "a priori" indigno de todo favor. No se entra en el. Eremitorio para hacer un experimento. Dios está infinitamente por cima de sus consolaciones, y si se le posee es por la caridad; el gusto nada añade a la realidad. Aquél depende de su beneplácitos y no "le forzarás la mano . Conténtate con desear que te una consigo con la mayor intimidad posible en la tierra. Es San Juan de la Cruz el que dice: "El amor no consiste en sentir grandes cosas, sino en tener grande desnudez, y padecer por el Amado." Importa mucho que lo entiendas desde los inicios; así te ahorrarás un desengaño, agravado con un error de orientación. La enseñanza auténtica del Monte Tabor no es precisamente la que se suele sacar. Lo esencial para los Apóstoles en este misterio de la Transfiguración no fue tanto el haber entrevisto a Jesús en su gloria, como el haber recibido de labios del mismo Padre la consigna: "Este es mi Hijo muy amado... Escuchadle... Alzando los ojos a nadie vieron, sino a Jesús solo" (Mt 17). Difícil determinar mejor el puesto de Jesús en la vida del Ermitaño: no ver ni oír nada fuera de El.
Lo antes posible, toma conciencia de los lazos que te unen a El. Muchos repiten con San Pablo: "Para mí la vida es Cristo" (Flp 21), y luego buscan inspiración en otra parte. En el Eremitorio eso sería un despropósito. Desconfía de la sentimentalidad; el Cristo de 'las revelaciones privadas corre a veces peligro de hacer que desmerezca la verdadera devoción que se le debe. El Evangelio y San Pablo, su Apóstol más apasionado, te darán el imprescindible genuino "sentido de Cristo".
Para ti, Cristo es más que un canal de vida, mas que un intermediario entre la fuente y tu alma. Es la Fuente misma de las aguas vivas. Escucha su invitación: "Si alguien tiene sed, que venga a mí y beba" (Jn 7,37). Antes de dejarte prender de los encantos humanos de Jesús y verde revivir las escenas evangélicas, escudriña la palabra del Padre. Su intérprete más profundo. ¿Qué significa la expresión extraña: "Para mí, la vida es Cristo"?
Ante todo que Cristo es en sí mismo la VIDA, la Vida increada, sustancial, divina. Además, que El es la "vida de todo ser". Por fin, que es tu vida, ya que no ha venido a este mundo sino para comunicarte la suya.
Es tu vida porque es su causa; te la ha merecido y te la comunica (Rom 6,23; I Jn 2,25).
Lo es también como objeto suyo. Entiende que en el Eremitorio no has de vivir "tu vida" sino la suya. Esto supone una renuncia grande de ti mismo: es la suprema pobreza. Con ello te es dado imitar la de Jesús. Su humanidad no poseía mas personalidad que la del Verbo. "Vivía de Dios". Tú guardarás tu personalidad humana, pero referirás a Cristo, mediante tu voluntad de unión, todas las actividades de esa persona "divinizada" por la gracia. Así será El tu vida.
Concentra en El tu pensamiento, tu amor, tu esperanza. El tomará efectivamente la dirección de tu vida. Como una madre dice: "Mi hijo es toda mi vida", debes tú decir: "Jesús es toda mí vida".
Que en derecho lo sea todo para ti no es una quimera. Lo afirma Dios por San Pablo: "Cristo ha sido hecho para nosotros Sabiduría y Justicia y Santificación y Redención" (I Cor 1,30).
Delante del Señor nada eres sin Jesús. Medita a menudo esta enseñanza del Apóstol; hallarás en ella gran paz. ¿No andas a veces atormentado por las faltas graves o leves que han cavado un abismo o producido una desavenencia entre Dios y tu alma? No habría penitencia capaz de reanudar las relaciones de amistad, si Jesucristo no hubiese de antemano saldado tus deudas. Insiste, como el Apóstol, en el carácter intencionadamente personal de esa mediación; no eres un anónimo en la masa de los redimidos:
"Cristo vino al mundo para salvar a. los pecadores,. de los cuales yo soy el primero. Mas por esto alcancé. misericordia, para que en mí primeramente mostrase Jesucristo su longanimidad y sirviera de ejemplo a los que habían de creer en él para la vida eterna" (I Tim I ,15-16).
El Desierto no te pondrá a recaudo de todo desfallecimiento. Tus miserias diarias en nada deben abatirte ni alterar tu alegría. Oye a San Juan, el gran Profeta del Amor: "Hijitos míos, os escribo estas cosas para que no pequéis. Pero si alguno peca, aboga- do tenemos ante el Padre: Jesucristo, el Justo. Y él es propiciación por nuestros pecados, no sólo por los nuestros, sino por los del mundo entero" (I Jn 2,1-2). San Juan conocía mejor que nadie el Corazón de Jesús y la eficacia del sacrificio de la Cruz.
Conforme te preserva de una mala tristeza, esta doctrina te precave de una confianza errónea en el valor de tus expiaciones. Este les viene exclusivamente del hecho de que Cristo las asume. En el Eremitorio amar importa más que extenuarse. La Misa ofrecida u oída vale infinitamente más que todas las maceraciones. La Iglesia apela a los méritos de Jesucristo, no a los nuestros.
Toda falta debe despertar en ti el reflejo de un recurso a las satisfacciones del Redentor. No son tus lágrimas las que te lavan, sino la Sangre de Cristo, si bien tienes que llorar la ofensa inferida a Dios. A nadie más que a El debes tu justificación. Dios te tiene por justo no a causa de la exacta conformidad de tu conducta a un Código de leyes, sino por tu adherencia y participación a la Justicia divina. Obra de tal suerte que mirándote Dios vea en ti los rasgos de su Hijo. Tal es la vocación cabal del cristiano: "destinado a reproducir (esa) imagen" (Rom 8,29).
Al imponerte el sayal de los ermitaños se te dijo: "Revístete del hombre nuevo , el que se renueva en orden al conocimiento verdadero, a semejanza de su Creador" (Col 3,10). El mismo Pablo precisa en otro lugar: "Revestíos del Señor Jesucristo" (Rom 13,14). Comprende lo que se te pide.
El Desierto no es el refugio de una personalidad sombría que ha roto con la sociedad cenobítica, con el fin de no lastimar sus aristas vivas. Por muy solo que estés, no puedes zafarte ante ese trabajo de desasimiento total con miras a trasformarte en la semejanza interior con Jesucristo. Progresivamente debes llegar a pensar, a juzgar como El; a amar lo que El ama y como El lo ama; a obrar según las intenciones que fueron las suyas. No se llevará a cabo esa labor sin derribos importantes. A cambio de ello, El podrá vivir en ti, y tú merecerás la complacencia del Padre: no reconoce por hijos sino a los que vivifica el Espíritu de Jesús (Rom 8,14). Es preciso empeñar una voluntad de "desapropiación" incompatible con toda segunda intención de reservar el propio "yo".
Haz esto y te santificarás. Como la justicia del Ermitaño no es la exacta observancia de un Código de leyes, tampoco su santidad es la práctica concienzuda de un catálogo de virtudes. Sé fiel a la Regla, es un mínimum necesario. Pero no te dejes paralizar por la letra. Jesús obraba con gran amplitud de miras, eso que había venido a perfeccionar la Ley, y a no tener otro alimento que hacer la voluntad del Padre (Jn 4,34). Lo que te hace justo te hará santo: la imitación perfecta de Jesús, practicar la virtud porque El la practicó y de la manera como El la practicó; por amor del Padre. Tu santidad ha de poseer ese sello filial de amorosa presteza que irradia alegría y deja creer que no te cuesta nada.
En cierto sentido es así. Has hallado tu equilibrio y el equilibrio es generador de paz. Cristo contemplado, amado e imitado ha proyectado la plenitud de su luz sobre el misterio de tu existencia y de su papel en el plan de Dios. Esa es la Sabiduría: el conocimiento del "por qué" y del "cómo". Jesús es la Verdad (Jn 14,6). El ha pedido y alcanzado para ti el Espíritu de Verdad (Jn 14,16-17) a fin de que seas consagrado en la Verdad" (Jn 17,17).
Jesucristo es toda la Filosofía del Ermitaño. Con el Evangelio y la Cruz sabe más que todos los pensadores. Los mundanos lo toman por un inculto y un simple. "El lenguaje de la cruz, efectivamente, es lo cura para los que se pierden" (I Cor 1, 18). Ojalá sea siempre para ti "poder de Dios". No te asustes sí a veces le encuentras cierto sabor ajeno al sentido común. Sólo tras largo aprendizaje del sufrir saborearás su fruto. La cruz se ofrece primero como instrumento de suplicio; sólo poco a poco se esclarece con la luz del que la ha transfigurado.
Frecuenta a Jesús sin descanso, ya que es tu Todo. La del Ermitaño es una vida "evangélica". Muy lógico que se aficione a revivir con la mente y el corazón al Cristo del Evangelio. La metafísica no colma el corazón. Si se dan sentidos espirituales, sentimientos espirituales, también existen emociones espirituales que desorientan a. los psicólogos de escuela, pero que las almas interiores conocen bien. No en vano seguirás al Maestro en todas las idas y venidas de su vida terrestre, devorándolo con los ojos del corazón, contemplando sus actitudes y gestos, sorbiendo sus palabras, comulgando con sus penas y alegrías, orando con El, viviendo como uno de los suyos. De esa intimidad nacerá en ti algo mucho mejor que una simpatía platónica de exegeta. El Ermitaño debe vivir la amistad que le brinda Cristo (Jn 15, 15). Nada hay de novelesco en ese esfuerzo por reconstituir el pasado. Viene legitimado por un principio que vierte a raudales la luz y el gozo en nuestras almas.
Por su ciencia beatífica y su ciencia infusa Jesús sabía ya entonces todo lo tuyo, tus más íntimos pensamientos, los movimientos secretos de tu voluntad buena o mala. El, durante su paso por la tierra, vivía contigo y para ti. Por encima de veinte siglos entras realmente en contacto con Aquel que, de lejos, leía en la conciencia de Natanael (Jn 1,48). De ti depende que Cristo haya estado más consolado y haya padecido menos.
Le conoces mejor que a tus más íntimos amigos. En El ningún recoveco de inquietantes sombras.
La Iglesia, en su Ciclo Litúrgico, repite cada año esa peregrinación a las fuentes de nuestra salud. Síguela y descubrirás a Cristo en sus misterios. Cada uno de ellos trae siempre su gracia que caldea el corazón e ilumina el espíritu. Así Jesús vendrá a ser para ti "Alguien" muy cercano..
Todo é1, con su trascendencia divina, sus amabilidades humanas, su influjo salvador en tu alma, es el que se llega a ti en la Eucaristía y a quien adoras en el sagrario. Y ¿podría el Ermitaño creerse solo en el Desierto? ¿Quién habló de la monotonía desesperante de los días?
Vive esa amistad que decimos. Tiene sus condiciones para que sea consoladora. La primera es ser amistad verdadera, con sus intercambios enriquecedores y reconfortantes. Es más lo que recibes que lo que das. Precisamente el don que el Señor espera de ti es tu "receptividad". Los encuentros han de ser para ti una necesidad. Las ocasiones son múltiples: los Sacramentos, las visitas a la iglesia, la "lectio divina", la oración que te sitúa cara a cara con Jesús. Defiende celosamente tu soledad; las entrevistas amicales no consienten un tercero. Tu estar presente a Jesús excluyendo sólo la atención a las personas, sino también el interés impropio por las cosas. Aprende a contentarte con El. Muchos se imaginan haber llegado a este punto, pero se confidencian con el primero que les sale al paso. Jesús está celoso de tu confianza. No hay uno que te comprenda mejor que El, y nadie como El sabe consolar y socorrer. Un sentido de Cristo tan delicado es raro aun en religión. Para el Ermitaño es una necesidad vital, es cuestión de perseverancia y de florida santidad.
Nada lamentarás de cuanto has dejado, el día que Jesús haya ocupado ese primero y exclusivo puesto en tu existencia. Entonces, en verdad, te habrás sentado con él para cenar (Ap 3,20).
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Nuestra Forma de Vida:
Es la dedicación exclusiva a estar con JESUCRISTO en dulce soledad y silencio, donde el horario y el tiempo pierden su implacable dominio adquiriendo la serenidad, aún en el trabajo, de la vida desprendida de las cosas de la tierra; embriagadora realidad donde tenemos presentes las necesidades de la Iglesia y de todos los hombres, para unirlos en nuestra propia oblación, a la Pasión de Cristo.
Tener presente:
QUE El AMOR tiene la primacía sobre todas las cosas. Conocer a Jesús es conocer a DIOS que se hace cercano a nosotras en realidad de HOMBRE, para decirnos que ÉL es el único que nos conoce plenamente y sabe dónde está nuestra plena felicidad: SÓLO EN ÉL. Abrirle nuestro corazón, escucharle, estar con Él, es encontrar el verdadero camino para hallar esa ansiada felicidad, pues fuimos creadas para Él, y nuestro corazón no encontrará reposo, sino cuando descanse en ÉL. (Tomado de nuestros Estatutos Generales)
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VEN ! ... Y SÌGUEME
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JHS
EL AMOR GRATUITO
Y ADMIRABLE DE DIOS QUE SE HACE HOMBRE
PARA TENDERNOS SU MANO Y MOSTRARNOS LO
QUE SIGNIFICA ESTAR CERCA DE NOSOTROS.
NO SE LIMITA A LA PALABRA ESCRITA, DONDE SIN DUDA
NOS HACE EXPERIMENTAR EL INFLUJO DE SU PRESENCIA Y NOS LLENA DE SU ESPÌRITU,
NI A REVELACIONES PRIVADAS, SINO A MOSTRAR SU AMOR
A CADA UNO, HASTA LA MUERTE EN UNA CRUZ, Y HASTA LA MARAVILLOSA REALIDAD DE VOLVER A LA VIDA
EN SU RESURRECCIÒN DE ENTRE LOS MUERTOS.
HABLAR DE ÈL ES UN PRIVILEGIO, DARLO A CONOCER Y MOTIVAR EL DESEO DE CONOCERLO MÀS, CADA UNO, PERSONALMENTE,
ES LA FINALIDAD DE ESTOS ESCRITOS Y PENSAMIENTOS.
NO PERDAMOS EL TIEMPO QUE TENEMOS EN ESTA VIDA,
QUE AL FINAL ES CORTA,
PARA PREPARAR EL ENCUENTRO CON ÈL DEFINITIVO
CUANDO SE APAGUE NUESTRA LÀMPARA, Y SE PONGA NUESTRO SOL, EN EL OCASO DE NUESTRAS VIDAS.
VALE LA PENA ENTREGARSE AL AMOR!!!!
"CORAZÒN DE JESÙS,
FORMADO POR EL ESPÌRITU SANTO
EN EL SENO DE MARÌA VIRGEN".
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Del Tratado de san Ireneo, obispo, Contra las herejías
(Libro 3, 19, 1. 3-20, 1: SC 34, 332. 336-338)
CRISTO PRIMICIAS DE NUESTRA RESURRECCIÓN
El Verbo de Dios se hizo hombre y el Hijo de Dios se hizo Hijo del hombre para que el hombre, unido íntimamente al Verbo de Dios, se hiciera hijo de Dios por adopción.
En efecto, no hubiéramos podido recibir la incorrupción y la inmortalidad si no hubiéramos estado unidos al que es la incorrupción y la inmortalidad en persona. ¿Y cómo hubiésemos podido unirnos al que es la incorrupción y la inmortalidad, si antes él no se hubiese hecho uno de nosotros, a fin de que nuestro ser corruptible fuera absorbido por la incorrupción y nuestro ser mortal fuera absorbido por la inmortalidad, para que recibiésemos la filiación adoptiva?
Así pues, este Señor nuestro es Hijo de Dios y Verbo del Padre por naturaleza, y también es Hijo del hombre, ya que tuvo una generación humana, hecho Hijo del hombre a partir de María, la cual descendía de la raza humana y a ella pertenecía.
Por esto el mismo Señor nos dio una señal en las profundidades de la tierra y en lo alto de los cielos, señal que no había pedido el hombre, porque éste no podía imaginar que una virgen concibiera y diera a luz, y que el fruto de su parto fuera Dios con nosotros, que descendiera a las profundidades de la tierra para buscar a la oveja perdida (el hombre, obra de sus manos), y que, después de haberla hallado, subiera a las alturas para presentarla y encomendarla al Padre, convirtiéndose él en primicias de la resurrección. Así, del mismo modo que la cabeza resucitó de entre los muertos, también todo el cuerpo (es decir, todo hombre que participa de su vida, cumplido el tiempo de su condena, fruto de su desobediencia) resucitará, por la trabazón y unión que existe entre los miembros y la cabeza del cuerpo de Cristo, que va creciendo por la fuerza de Dios, teniendo cada miembro su propia y adecuada situación en el cuerpo. En la casa del Padre hay muchas moradas, porque muchos son los miembros del cuerpo.
Dios se mostró magnánimo ante la caída del hombre y dispuso aquella victoria que iba a conseguirse por el Verbo. Al mostrarse perfecta la fuerza en la debilidad, se puso de manifiesto la bondad y el poder admirable de Dios.
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www.corazones.org/maria/a_maria.htm
La Maternidad Divina de María
El dogma de la Maternidad Divina se refiere a que la Virgen María es verdadera Madre de Dios. Fue solemnemente definido por el Concilio de Efeso (año 431). Tiempo después, fue proclamado por otros Concilios universales, el de Calcedonia y los de Constantinopla.
El Concilio de Efeso, del año 431, siendo Papa San Clementino I (422-432) definió:
"Si alguno no confesare que el Emmanuel (Cristo) es verdaderamente Dios, y que por tanto, la Santísima Virgen es Madre de Dios, porque parió según la carne al Verbo de Dios hecho carne, sea anatema."
El Concilio Vaticano II hace referencia del dogma así:
"Desde los tiempos más antiguos, la Bienaventurada Virgen es honrada con el título de Madre de Dios, a cuyo amparo los fieles acuden con sus súplicas en todos sus peligros y necesidades" (Constitución Dogmática Lumen Gentium, 66).
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MÙSICA
7-Salutaciòn a Marìa.mp3 (2651179)
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MARÌA, LA HUMILDE Y OBEDIENTE.
"Creer es confiar. Creer es permitir. Creer, sobre todo, es adherirse, entregarse. En una palabra creer es amar. Creer es "caminar en la presencia de Dios" (Gén 17,1). La fe es, al mismo tiempo, un acto y una actitud que agarra, envuelve y penetra todo cuanto es la persona humana: su confianza, su fidelidad, su asentimiento intelectual y su adhesión emocional. Compromete la historia entera de una persona: con sus criterios, actitudes, conducta general e inspiración vital. A mi entender, las palabras más preciosas de la Escritura son estás: " He aquí la esclava del Señor; hágase en mi según su palabra " (Lc 1,38)
Lo que sabemos, con absoluta certeza, es que la vida normal de esta muchacha de campo fue interrumpida, de forma sorprendente, por una visitación extraordinaria de su Señor Dios.
Frente a la aparición y a estas inauditas proposiciones uno queda pensando cómo esta jovencita no quedó trastornada, cómo no fue asaltada por el espanto y salió corriendo. Siguió llena de dulzura y serenidad."
(El Silencio de Marìa- Ignacio Larrañaga)
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TRATADO SOBRE NUESTRA ESPIRITUALIDAD
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(Tomado de EL EREMITORIO, Tercera Parte, Cap.I)
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ORAR Y CANTAR
MÙSICA:
02 Estás conmigo.mp3 (3624457)
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05 Madre de la Eucaristìa.mp3 (3512284)
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NACISTE DEL PADRE, SIN PRINCIPIO
Naciste del Padre, sin principio,
antes que la luz resplandeciera;
del seno sin mancha de María
surges como luz en las tinieblas.
Los pobres acuden a adorarte,
solos, ellos velan en la noche,
sintiendo admirados en tu llanto
la voz del pastor de los pastores.
El mundo se alegra en este día,
gozan los patriarcas, los profetas;
la flor ha nacido de la rama,
flor que ha perfumado nuestra Iglesia.
Los ángeles cantan hoy tu gloria,
Padre, que enviaste a Jesucristo;
unimos con ellos nuestras voces,
oye, bondadoso, nuestros himnos. Amén
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La encarnación de Dios es un gran misterio, y nunca dejará de serlo.
¿Cómo el Verbo, que existe personal y substancialmente en el Padre,
puede al mismo tiempo existir personal y substancialmente en la carne?
¿Cómo, siendo todo él Dios por naturaleza, se hizo hombre todo él por naturaleza,
y esto sin mengua alguna ni de la naturaleza divina, según la cual es Dios,
ni de la nuestra, según la cual es hombre?
únicamente la fe puede captar estos misterios, esta fe que es el fundamento
y la base de todo aquello que excede la experiencia y el conocimiento natural.
(San Màximo confesor, Abad)
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El agua pura, don de la mañana,
da a los ojos el brillo de la vida,
y el alma se despierta cuando escucha
que el ángel dice: «¡Cristo resucita!»
¡Cómo quieren las venas de mi cuerpo
ser música, ser cuerdas de la lira,
y cantar, salmodiar como los pájaros,
en esta Pascua santa la alegría!
Mirad cuál surge Cristo transparente:
en medio de los hombres se perfila
su cuerpo humano, cuerpo del amigo
deseado, serena compañía.
El que quiera palparlo, aquí se acerque,
entre con su fe en el Hombre que humaniza,
derrame su dolor y su quebranto,
dé riendas al amor, su gozo diga.
A ti, Jesús ungido, te ensalzamos,
a ti, nuestro Señor, que depositas
tu santo y bello cuerpo en este mundo,
como en el campo se echa la semilla. Amén.
Hinmo Liturgico
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CONTIGO SUBE EL MUNDO CUANDO SUBES.
Contigo sube el mundo cuando subes,
y al son de tu alegría matutina
nos alzamos los muertos de las tumbas;
salvados respiramos vida pura,
bebiendo de tus labios el Espíritu.
Cuanto la lengua a proferir no alcanza
tu cuerpo nos lo dice, ¡Oh Traspasado!
Tu carne santa es luz de las estrellas,
victoria de los hombres, fuego y brisa,
y fuente bautismal, ¡oh Jesucristo!
Cuanto el amor humano sueña y quiere,
en tu pecho, en tu médula, en tus llagas
vivo está, ¡oh Jesús glorificado!
En ti, Dios fuerte, Hijo primogénito,
callando, el corazón lo gusta y siente.
Lo que fue, lo que existe, lo que viene,
lo que en el Padre es vida incorruptible,
tu cuerpo lo ha heredado y nos lo entrega.
Tú nos haces presente la esperanza,
tú que eres nuestro hermano para siempre.
Cautivos de tu vuelo y exaltados
contigo hasta la diestra poderosa,
al Padre y al Espíritu alabamos;
como espigas que doblan la cabeza,
los hijos de la Iglesia te adoramos. Amén.
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PENSAMIENTOS DE SANTOS
"ÁMALO CON TODAS TUS FUERZAS,
PIENSA SIEMPRE EN ÉL,
DEJA QUE ÉL HAGA CONTIGO Y PARA TÍ
TODO LO QUE ÉL DESEE.
NO ANSÍES NADA MÁS"
Sta. Margarita María Alacoque
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"QUE MUERA YO POR AMOR TUYO,
ASÌ COMO TÙ TE DIGNASTE
POR NOSOTROS MORIR"
San Francisco de Asìs
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www.lluviaderosas.com/
"NO ME ARREPIENTO
DE HABERME ENTREGADO AL AMOR..."
Sta. Teresa del Niño Jesùs
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"Ama totalmente
a Quien totalmente se entregò
POR TU AMOR"
Santa Clara de Asìs
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AMAR CANTANDO
REY VENCEDOR:
https://www.youtube.com/watch?feature=player_detailpage&v=8HKWSklLpls
ABRAZA A JESÚS CRUCIFICADO:
https://www.youtube.com/watch?feature=player_detailpage&v=S7fifbGEmeg
UN HOMBRE QUE ES DIOS:
https://www.youtube.com/watch?feature=player_detailpage&v=6xtcrHsWnSI
CONFIARÈ: